20/4/21

«ON AIR». Críticas, presentaciones, imágenes.






 




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Crítica / Ser o hacer arte (ON AIR: Tarde de teatro con música)

Juan Gómez Espinosa

en RITMO. Crítica.

Original en RITMO

Madrid - 12/04/2021 



 

El plano secuencia que abre Sed de mal no es solo técnica cinematográfica. Es, ante todo, Orson Welles. Hacer arte resulta fácil; no requiere más que horas y horas de formación y entrenamiento. Ser arte es otra cosa; implica fusionar la identidad personal con la creación. Welles fue arte (cine, radio, teatro, interpretación…) en la mayoría de sus proyectos. Uno de ellos, La vuelta al mundo en 80 días, lo asoció en 1946 con otro monstruo artístico: Cole Porter.

Setenta y cinco años después, Laia Falcón ha traído aquella idea al Auditorio Nacional de Madrid al Ciclo de Grandes Autores e Intérpretes de la Música de la UAM y CSIPM. Reproducir el original habría sido lo fácil, pero la doctora Falcón no se conformaba con eso. En vez de hacer espectáculo, ha sido espectáculo. Ha escrito un guion fluido, divertido y sólido atendiendo tanto a Verne como a Welles o a la realidad actual. Ha elegido con sumo cuidado un repertorio que recorre múltiples tierras, y Phileas Fogg ha podido escuchar a Weill o a Penella, pero también a Kumar, a Luting, a Ravel, a Bernstein…



Laia Falcón también se ha ocupado de la dirección artística, cuidando los movimientos escénicos, la ambientación e incluso la peluca que lucía. Y, por supuesto, ha interpretado. Como actriz y como cantante, la técnica demostrada es irreprochable. La expresividad, trascendente. Y no ha estado sola. Welles acostumbraba a rodearse de cómplices excepcionales (ahí estaba su troupe del Mercury).

Falcón se ha acompañado de un grupo de artistas dispuestos a ser arte. Para empezar, cuatro de los mejores músicos del panorama (inter)nacional: Alberto Rosado, que convierte lo complicado en sencillo sin dejar de gozar sobre el teclado; Aitzol Iturriagagoitia, productor de un sonido pleno con su violín, también mientras baila (literalmente); José Luis Estellés, explorador de cualquier recurso posible del clarinete (e incluso del palo de lluvia); David Apellániz, que lo mismo recorre todos los registros del chelo que se convierte en percusionista. Y no olvidemos, por supuesto, a Martín Llade, una voz que completó la música y defendió con frescura el texto. Incluso el joven figurante que se hallaba en el escenario resultó un compinche perfecto practicando algo tan difícil como es el segundo plano.

Desde las tablas se viajó por el planeta y, gracias a una profunda exploración de las técnicas instrumentales, se adoptaron estilos, acentos, timbres e idiomas. El rigor y el respeto a cualquier latitud mostró que la globalización no es una mera anglosajonización del mundo, sino un encuentro de inquietudes en el que sobran aduanas y fronteras. La fusión de los intérpretes con la creación y entre ellos mismos posibilitó un hecho excepcional: que el público se entregara al espectáculo con pasión. A esto se le llama catarsis desde antiguo, pero, tristemente, no se acostumbra a experimentar en los grandes auditorios.

El concertismo, cuando se limita a «hacer espectáculo», cuando se vuelve funcional, corre el peligro de convertirse en una rutina de ejecuciones correctas, aplausos protocolarios y toses medidas. On air no fue funcional. Mucho menos, rutinario. Fue espectáculo. Arte. Recuerdo haber escuchado en una ocasión a Sánchez-Verdú (un tipo que algo sabe sobre las entrañas del drama) preguntarse por qué las creaciones deben contener un clímax y no varios.

On air ofreció unos cuantos momentos de conmoción: Youkali, In Rah Mennek Ya Ain, la fusión de Sakura y Britten… El público (entre el cual se podían apreciar ropas de otras épocas y latitudes) abrazó el espectáculo y lo disfrutó en cuanto el convencimiento de los intérpretes ocupó el escenario (es decir, incluso antes de que se apagasen las luces). Sí: existe público que agradece el inconformismo y que está dispuesto a la catarsis. Como conmoción final, el guion planteó un paralelismo entre el año 46  y el actual:

Ah, damas y caballeros...sepan por favor la inmensa alegría que para nosotros ha sido compartir de nuevo una tarde como esta, en un auditorio lleno de... de ustedes mismos y de finales felices. Sin duda venimos del peor de los años que podíamos imaginar. Tantos hogares exhaustos, tantos países... el mundo entero, el mundo entero llorando a la vez, de soledad, de miedo y de enfado. ¡Pero ya estamos aquí...ya es 1946... y les miro y veo por fin que seguro ganaremos la apuesta! ¡Nuestros abuelos lo lograron, nosotros también lo conseguiremos! ¡Hoy somos una vuelta más sabios! ¡Gracias, gracias, queridos amigos, gracias!

El agradecimiento fue mutuo. La tarde fue arte.

Juan Gómez Espinosa, 

Doctor en Filología Hispánica, Pianista, Compositor, Escritor. Musicólogo.

Enlace 

Ciclo de Grandes Autores e Intérpretes de la Música de la UAM y CSIPM. Auditorio Nacional de Madrid, 11 de abril de 2021, 19:30.

Laia Falcón, soprano, directora y guionista
Alberto Rosado, piano
Aitzol Iturriagagoitia, violín
José Luis Estellés, clarinete
David Apellániz, violonchelo
Martín Llade, presentador
Obras de: Weill, Porter, Poulenc, Raimondi, Mourad, Ravel, Kumar, Luting, Taboada, Rachmaninov, Penella, folklore japonés, Britten y Bernstein.

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19/4/21

Viaje musical bien ilustrado

 

7/4/21

La vuelta al mundo con Laia Falcón. Michael Thallium.

https://scherzo.es/la-vuelta-al-mundo-con-laia-falcon/

Dicen que Laia viene del griego y que significa «elocuente y bien hablada». Cuando aquella mañana de marzo le envié un correo para ponerme en contacto con ella, ignoraba que Laia haría honor a su nombre. «Te llamo esta tarde», respondió. Y cuando por la tarde sonó el teléfono y oí su voz, no solo me pareció elocuente, sino que rebosaba entusiasmo y dulzura. Desconocía entonces que con ella daría la vuelta al mundo. Acordamos vernos para conversar por el centro de Madrid, aunque eso no ocurrió hasta el primer día de abril, en plena Semana Santa y a diez días del recital que iba a ofrecer en el Auditorio Nacional. Quedamos a la salida del metro en Ópera, un lugar muy apropiado para una cantante. Laia Falcón es soprano (además de pianista y profesora universitaria, dicho sea de paso). Después de un breve paseo, encontramos una terraza al lado del Teatro Real, nos sentamos, pedimos un café y una infusión y comenzamos a viajar, quiero decir, que conversamos.

Laia no es solo buena conversadora, sino que también sabe escribir. La felicito por las notas al programa que ella misma ha escrito para el próximo recital del Ciclo de Grandes Autores e Intérpretes de la Música organizado por la Universidad Autónoma. Y no es un recital cualquiera, pues se trata de dar la vuelta al mundo en 80 días de la mano de Orson Welles y Cole Porter. Un año después del final de la Segunda Guerra Mundial, Welles estrenó en Broadway un despreocupado y estrafalario musical con el que quería rendir homenaje a la obra homónima de Jules Verne así como al cineasta e ilusionista francés Georges Méliès, quien basó muchas de sus películas en los relatos de Verne. Para esta particular Vuelta al mundo en 80 días, Laia Falcón se ha rodeado de un cuarteto de músicos muy especial: Alberto Rosado (piano), José Luis Estellés (clarinete), Aitzol Iturriagagoitia (violín) y David Apellániz (violonchelo). Este viaje cuenta también con la voz de Martín Llade, el popular locutor de Sinfonía de la mañana de Radio Clásica.

Dadas las características de una voz lírica como la de Laia Falcón, le pregunto si le ha sido fácil adaptar su voz a este tipo de repertorio. «A mí eso me gusta particularmente. Y las críticas que más ilusión me han hecho han resaltado siempre esa parte, esa reunión de distintos lugares y distintos idiomas, cada uno de ellos con sus distintos colores e imaginario. Y lo mismo que a un actor o a una actriz se le pide que coloree su voz, pues un cantante hace lo mismo. A mí me gusta darle tres vueltas a esa tuerca y en el repertorio del siglo XX todavía más. Si canto música berlinesa de los años 30, pongo especial cariño y me hace especial ilusión cuando la gente reconoce a determinadas cantantes de esa época que se identifican con ese imaginario. Y cuando canto en francés, evidentemente a todos se nos viene a la cabeza una cantante en particular. En La vuelta al mundo en 80 días hemos ensanchado todo esto, pero no solo yo, el pianista, el violinista, el clarinetista también. Han tenido que estudiar a tal rabelista chino igual que yo he tenido que estudiar el color de tal cantante egipcia o india. Se trata de jugar con los colores, pero yo no quiero hacer ninguna caricatura. Esto último para mí es muy importante. Quiero hacer un homenaje a la autenticidad. Eso me ilusiona mucho y es probablemente en este recital más que en ningún otro donde queríamos dar la vuelta al mundo nosotros también, es decir, haber conocido nosotros a otros artistas, fijarnos en su talento y esfuerzo y volver a nuestra casa habiendo pensado en ello.»

Sin duda, este proyecto es todo un viaje para los músicos, porque no existen partituras de algunas de las canciones que se interpretan. «Cierto, las hemos tenido que reconstruir, pero en el recital el público verá que estas canciones van del brazo de un Rachmaninov o de un Ravel. Estos compositores buscaban exactamente lo mismo, esas ganas de empatizar, de acompañar y retratar lo que estaba pasando en sus calles…» Los ojos de Laia se iluminan durante la conversación.

Este proyecto ha salido adelante con todas las dificultades habidas y por haber en estos tiempos de pandemia y ha sido una oportunidad de unir cine, teatro y música.  «La primera vez que tuve noticia de que Orson Welles y Cole Porter habían hecho este proyecto juntos fue en una entrevista que le hicieron a Orson Welles. La leí en 2017 en un camerino del Teatro Real cuando canté La ciudad de las mentiras. Me emocionó y subrayé la alegría que me daba encontrar esas canciones. Hace dos años y medio volví a leer esa entrevista, porque me interesaban mucho las soluciones que Orson Welles daba a unos asuntos escénicos para un libro que estoy escribiendo y empecé a darle vueltas. Me di cuenta de que este era el momento de cantarlo. Orson Welles pensó hacer un homenaje a Méliès con el decorado y algunas proyecciones que había entre actos, como un homenaje al cine pionero. Welles, Porter, Verne y Mèliés te invitan a dar esa vuelta al mundo, a no quedarse cantando aquí sin más. Así que tendría que ser una vuelta al mundo con todas las de la ley. No vamos a hacer una cosa muy cómoda en un único idioma. No, ¡apáñatelas! Empezamos cantando en inglés, partimos de Londres. Luego, francés, italiano, egipcio, hindi, chino, japonés. En esta historia aparece un barco en el que van inmigrantes y ahí cantamos también en español, en ruso y en otros idiomas de los propios viajeros que van en el barco. Regresamos al inglés cuando cumplimos la apuesta de dar la vuelta al mundo, como Phileas Fogg.»

Para un viaje así uno ha de rodearse de las personas adecuadas, le pregunto. «Desde el principio eran muy importantes determinadas sonoridades y timbres que yo veía que iban a ser muy necesarias para hacer el recorrido. Había que imitar instrumentos parecidos de esos otros países. Me hacía falta un perfil concreto de instrumentistas que quisieran subirse a este tipo de barco, claro. Alguien con ese sentido del humor, con ese sentido de la aventura. Personas que entendieran que íbamos a trabajar con herramientas distintas a las acostumbradas y con ganas de meterse en este berenjenal escénico también. Este cuarteto del que me rodeo, no es un cuarteto estable, pero acaban de grabar Cuarteto para el fin del tiempo de Messiaen, y nos han dejado a todos con la boca abierta por su calidad. Tienen ese espíritu aventurero, musical y escénico. Tienen el humor como materia prima de trabajo.»

A Laia Falcón le gustaría que este recital sirviese para que el público sienta que vuelve a reunirse, que tenga la sensación de que realmente está viajando y de que se asoma a otra manera de decir las cosas. «Esa es una de las cosas que más me emociona de este recital. Puedes poner un Mahler y un Kurt Weill juntos y, entonces, es evidente que están buscando lo mismo. Van juntos tranquilamente y en el terciopelo del recital eso fluye y acoge y abraza al que está escuchando. Me gustaría que eso sucediera en el recital tanto entre idiomas como entre tiempos. Me gustaría mucho poder decir ‘Mis abuelos estuvieron aquí, mis abuelos pasaron por esto y lo consiguieron’. Nosotros también podemos conseguirlo. Me gustaría que las dos épocas se entremezclaran sin ningún tipo de impostura». Una invitación a renacer con esperanza.

La vuelta al mundo de Laia Falcón es un homenaje a la estética del teatro radiofónico de aquellos años. De hecho, el público que asista al recital está invitado a vestir de época si así lo desea. En 1946 el mundo estaba muy mal. ¿Peor que ahora? Aunque nos cueste creerlo, sí, peor. Por eso, la ocasión de viajar con Laia Falcón es propicia para darse un respiro y restaurar los ánimos. Los versos que Cole Porter escribió para La vuelta al mundo en 80 días son tan reveladores como esperanzadores: «El Mundo estaba tan mal. Yo lo miraba con furia… Entonces por fin las cosas cambiaron… ¡Canta más alto, pájaro cantor, haz que el Mundo retumbe…!». Laia, elocuente y entusiasta, quiere que el mundo retumbe.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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